Una carta a mis abuelos

Este texto fue escrito por Luis Guillermo Cossío de 3er grado para una convocatoria en la que alumnos de secundaria debían escribir una carta dedicada a sus abuelos.


En verdad no sé cómo iniciar esta carta, así que empezaré dando las gracias a mis abuelos. Esta carta va dedicada a mis cuatro abuelos sin ninguna preferencia.

Primero, me gustaría empezar redactando qué significan para mí mis abuelos. Además de ser una fuente inagotable de cariño, también han sido unos guías excepcionales y muchas ocasiones inclusive llegando a ser mejor que mis padres. Tras sus ojos de experiencia existe una colección inimaginable de historia y conocimiento, la cual a través de sus anécdotas me ha sido heredada.

La mayoría de mis memorias felices han sido estando en su compañía, desde los recuerdos más profundos en mi memoria, los cuales recuerdo con nostalgia y alegría, pasando por algunos que han sido opacados con el paso del tiempo y que arduamente puedo recordar, pero sin duda podría decir que fueron momentos felices.

A mis abuelos paternos: con ustedes he pasado horas que hoy sólo se ven como minutos en mi memoria pero que al pasar los años, aún así, los recuerdo con un gratificante cariño; desde pasar las tardes en su casa viendo televisión o mis comidas favoritas servidas en la vieja mesa de madera de la cocina. Ustedes siempre me enseñaron a ver la vida de una manera más crítica y analítica y, sobretodo, a medir las consecuencias de mis acciones.

A mi abuelo Antonio: ni aunque pasara el indetenible daño del tiempo sobre mi memoria podría olvidar la innombrable cantidad de partidas de ajedrez en las que intenté vencerte, cosa la cual nunca fue fácil, pero después de perseverar durante años pude conseguir. Gracias por enseñarme ese valor, prometo darle siempre una aplicación. Pero si hablamos de memorias, también podría nombrar como un recuerdo distante las largas jornadas de canicas que compartimos en la alfombra de la sala.

A mi abuela Jilse: aunque quisiera, no me alcanzarían las palabras para agradecerte los momentos que hemos vivido juntos. Siempre recordaré con especial afecto las veces en las que me llevabas al parque, todos los “pucheros” que me preparabas o las tardes en las que salíamos a caminar y volvíamos a ver la televisión. Pero todos esos recuerdos palidecen junto a mi memoria más preciada: el ir a visitar a mi bisabuela que, aunque ya no se encuentre con nosotros, siempre va a tener un lugar en mis pensamientos.

A mis abuelos maternos: con ustedes vi otra faceta de la vida; ustedes siempre me enseñaron la importancia de las demás personas y que aunque estés en la situación más crítica, esforzándote siempre podrás salir adelante. A su lado recuerdo todas las ocasiones en las cuales consintieron mis caprichos o los momentos en los cuales siempre me dieron refugio de los regaños de mis padres, que mirándolos en retrospectiva estaban cargados de verdad.

A mi abuelo Guillermo: las ocasiones en las cuales me llevabas al rancho han sido parte muy importante de mi infancia; pasear interminable e incansablemente por los parajes semidesérticos de ese lugar siempre me ha resultado en una paz abrumadora. Otra cosa que añoro de mis días de infancia es el caminar por el campo y recoger todo tipo de flores y frutos que para mí eran desconocidos pero de los cuales tú siempre sabías los usos. Mis caminos en carretera se hacían amenos cuando contabas tus historias, con las cuales podría escribir un anecdotario, pero en cada ocasión me cuentas una nueva, siempre llena de al menos un aprendizaje. Por último, me siento obligado a mencionar que me enseñaste uno de mis pasatiempos favoritos: jugar dominó, que junto con tus hermanos me enseñaron a disfrutar de las apuestas y a siempre ser honesto a la hora de pagar o el momento exacto para retirarse del juego.

A mi abuela María de la Luz: no podría iniciar de mejor manera más que agradeciendo todos los apoyos que me has dado al alentarme a hacer lo que más me gusta, o el haber compartido muchas tardes viendo telenovelas y jugando cartas. Esos recuerdos siempre formarán parte de mí, ya que se trata de los momentos que recuerdo con más nostalgia. No me cansaré de decirlo: gracias por apoyarme en las decisiones que he tomado y enseñarme que hay que tener valor para afrontar las consecuencias.

Al remembrar todas esas historias, una sensación nace en mi pecho, una emoción cálida que me llena de alegría y unas ganas de revivir aquellas ocasiones por lo menos una vez más. Voy a finalizar expresando mi afecto hacia ustedes, mis abuelos, que han sido personas muy importantes en mi vida con las cuales tengo lazos muy estrechos debido a que me han formado como la persona que soy y seguirán siendo una parte esencial de mí hasta que este ciclo culmine; pero aunque me duela aceptarlo, el tiempo no se detiene y estoy dispuesto a disfrutar todo el tiempo que nos corresponda. Nuevamente, los quiero. Muchas gracias.

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