El Cantar de la Bestia

Este texto está inspirado en las rapsodias de la antigua Grecia y en los cantares de gesta de la Edad Media. El autor es Arturo Galván de 2do grado.


Elías se despidió de su esposa y de sus hijas antes de ir a la guerra. Su corcel negro cabalgaba con rapidez bajo la sombra de los altos árboles del bosque, pero una flecha, atravesando al caballo, hizo que éste cambiara de dirección. Elías estaba perdido en el bosque, buscando agua para saciar su sed. Moribundo, él caminaba hasta encontrar un estanque, reluciendo de color azul.

Elías creyó que era un sueño, pero en realidad ya había muerto. Iluso, bebió un trago del agua y del estanque salió un hombre, un anciano. Elías desesperado le preguntó dónde estaba. El viejo sólo le respondió - "tú estás muerto" -. Elías se percató de que hablaba con el mismo Poseidón. Le rogó que le devolviera la vida, Poseidón se negó y Elías furioso blandió su espada y asesinó al dios con sus últimas fuerzas. El hombre iba recobrando energías, cada vez se sentía más poderoso; sólo dijo - "si me dejaran vivir, tendré que matar a todos los dioses" -.

Elías se dirigió al Monte Olimpo para buscar a Zeus, pero se encontró con Ares. Él le pidió ver a Zeus pero Ares le hizo una propuesta; le dijo que si derrotaba a cinco bestias le otorgaba un encuentro con Zeus. 

Elías exploró las tierras, vio una cueva y se adentró en ella. La caverna estaba llena de estatuas, no sabía que estaba en la guarida de la primera bestia. Se ocultó detrás de una "estatua" mientras la Medusa pasaba entre los cristales de la caverna. Elías se tapó los ojos y corrió hacia ella, tomó su espada y trató de clavársela, pero la Medusa se la arrebató al instante. En ese momento, Elías no tenía más armas que sus manos. Observó los cristales que reflejaban todo como espejos, arrancó uno y se lo mostró a la Medusa. 

El hombre dejó la cueva con la Medusa hecha piedra. Iba de regreso al monte cuando de pronto vio a su siguiente blanco. Un cíclope lo detuvo y lo agarró de los brazos. Elías respondió con una patada haciendo que el cíclope lo soltara. Enseguida, el cíclope toma una bola de picos y empieza a hacer ataques con ella. Elías esquiva los ataques y con una roca apunta a su único ojo. El cíclope queda ciego, Elías saca una espada y se la entierra por la espalda. Sólo le faltaban tres bestias. El hombre necestiaba refugio, se sentó junto a un árbol, usó al cadaver del cíclope como comida. 

La noche cayó, se oían fuertes ruidos desde lo alto de los árboles. Elías volteó a ver entre la maleza y alcanza a ver una sombra que después de unos segundos se dirigió a él con rapidez. Elías saltó y esquivó la embestida de un grifo que se estampó contra un árbol al instante. De repente, algo alumbra los cielos. La lumbre baja a la superficie. Elías se enfrentaba a dos monstruos a la vez. El grifo embiste de nuevo hacia Elías, mientras el fénix se acercaba hacia el hombre por atrás. Elías volvió a esquivar el ataque del grifo, que terminó embistiendo al fénix. Las dos bestias peleaban entre sí, el hombre sólo miraba. El grifo atacó al fénix y lo hirió gravemente. El fénix brilló como un destello de luz, chamuscando al grifo. Elías, aprovechando que el ave estaba herida, le enterró su espada.

Esperó al día siguiente y volvió al Monte Olimpo, donde Ares lo estaba esperando con la última bestia. Ares dijo - "si quieres ver a Zeus, deberás enfrentarte con el guardián del Inframundo" -, y el dios trajo de un portal al cerbero. El hombre y la bestia corrieron uno al otro. El monstruo evadía los ataques del hombre y con cada una de sus cabezas trataba de asesinar a Elías. El cerbero acertó después de varios ataques y le quitó el brazo a Elías de un mordisco. Elías se cubría con su espada hasta que atraviesa una de las bocas del cerbero. Éste, debíl y herido, cayó al suelo.

Elías venció a la última bestia y Ares le concedió su propuesta, y por fin, Elías tuvo su encuentro con Zeus. Le pidió que lo dejara vivir otra vez. Zeus aceptó pero lo convirtió en una bestia, una que tomara una cabeza de las otras bestias. Zeus lo convirtió en una hidra y lo condenó al dolor eterno, pues cada vez que le cortaran una cabeza, dos la reemplazarían.

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